
Carlos, de 10 años, comenzó a mostrar frustraciones al llegar a casa después de la escuela. En lugar de inmediatamente ofrecer soluciones o desestimar sus sentimientos, Laura utilizó la escucha activa. Se sentó junto a él y le dijo: “Parece que tuviste un día difícil. ¿Quieres contarme qué pasó?”
Carlos, sintiéndose escuchado y validado, le explicó que estaba teniendo problemas con algunos compañeros de clase y con las tareas. Laura, manteniéndose atenta y asintiendo, le permitió expresar sus emociones plenamente antes de ofrecer su perspectiva.
A través de este enfoque, Carlos no solo se sintió comprendido, sino que también aprendió a identificar y comunicar sus emociones. Esto fortaleció su relación y le ayudó a desarrollar habilidades de resolución de problemas. Además, Carlos sintió que era importante para su mamá al recibir toda su atención, y supo que podía contar con su apoyo incondicional.
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Escuchar activamente es una herramienta de inteligencia emocional que Laura empleó con gran eficacia.
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